En la muerte de Jesús Franco

jessfranco00_principalGaleriaApaisada«El cine es narración y espectáculo. Termina cuando pone ‘fin’ y es lo suficientemente maravilloso de por sí para no necesitar justificaciones»Jesús Franco Manera.

Jesús Franco ha muerto a los 82 años en Málaga a consecuencia de un ictus. Por una de esas casualidades de la vida, aún se puede ver en Madrid su última película, Al Pereira vs. Alligator Ladies. Podemos decir que “murió con las botas puestas”. O con la cámara al hombro más bien. Sin dejar de rodar películas desde que debutase como director con Tenemos 18 Años en 1959, una película a rescatar donde ni la férrea censura franquista consiguió diluir del todo la mala leche y mordacidad de su debut. En total, alrededor de 190 películas, una cifra que seguramente ni el propio Franco sabía con exactitud. Muchas de ellas bastante malas, una cifra que fue aumentando con el paso de los años sobre todo a partir de los años 80. Otras que, a pesar de sus deficiencias, resultan interesantes. Y también unas cuantas joyas encuadradas sobre todo en los años 60 (Gritos en la Noche, Miss Muerte, Necronomicón, Venus in Furs o Las Vampiras, por nombrar las más conocidas).

Colaborador de Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem, Joaquín Romero Marchent, Fernando Fernán Gómez y Orson Welles; músico de jazz con un gusto magnífico para la mayoría de bandas sonoras de sus películas; infatigable trabajador en la Europa de la coproducciones de cine de género de los años 60 y 70 que le permitía cultivar sus obsesiones cinéfagas; director de actores como Christopher Lee, Klaus Kinski, Herbert Lom, Jack Palance, Akim Tamiroff, Jack Taylor o sus actores fetiches Howard Vernon y Antonio Mayans; actor para amigos como Fernando Fernán Gómez en su clásico El Extraño Viaje (1964) o Pedro Temboury en Karate a Muerte en Torremolinos (2000); erotómano que supo explotar las cualidades erótico/morbosas de sus actrices, con especial atención a la malograda Soledad Miranda;  superviviente de la “Ley Miró” que dejó hecho añicos el cine de género (“Por culpa de Pilar Miró yo he estado a punto de irme a la ruina, de morir de inanición”, llegaría a declarar), llegando a rodar hasta cine porno (mención especial para El Ojete de Lulú, una experiencia inenarrable como pocas); redescubierto a base de homenajes como el de la cinemateca francesa en 2008 y el interés por su cine de nuevas generaciones de espectadores desprejuiciados; fiel aliado del cine digital que le permitía por fin hacer películas libres de ataduras; receptor del Goya de Honor en el 2009 en uno de los momentos más impagables de la historia de estos premios; y compañero inseparable de la actriz y colaboradora para todo Lina Romay, fallecida el año pasado.

Todo un trabajador del cine que deja como legado una inabarcable filmografía lista para ser explorada por nuevos fans. Ése es el mejor homenaje que se le puede hacer.

Descanse en Paz.  

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