«Calles de Fuego» (Streets of Fire, Walter Hill, 1984)

streets«Crecido» tras el éxito de «Límite 48 Horas», Walter Hill se dispone a hacer la película definitiva para adolescentes: un musical de acción basado en canciones clásicas del Rock N’ Roll de los años 50. La Universal le «impondría» canciones ochenteras producidas en su mayoría por los legendarios Jim Steinman y Jimmy Iovine, pero por lo demás Hill tendría plena autonomía creativa en lo referente a guión, elección de reparto formado por actores jóvenes no demasiado conocidos por aquel entonces como Michael Paré, Diane Lane o Willem Dafoe y diseño de producción con grandes decorados construidos en los estudios Universal. Planteada como la primera película de una trilogía centrada en el personaje del solitario Cody (Michael Paré), «Calles de Fuego» acabó estrellándose en la taquilla para acabar convirtiéndose en película de culto con el paso de los años y en una de las cintas más apreciadas de un Walter Hill hoy convertido en reliquia de una forma de entender el cine de acción (o, mejor dicho, el cine en general).

Los títulos de crédito ya nos advierten de que la película será «Una fábula de Rock n’ Roll en otro tiempo y otro lugar», advirtiendo así del carácter fantasioso de la historia. Un mundo que mezcla elementos de los años 50 (los coches, los «diners», las bandas de macarras, la música instrumental de Ry Cooder) con otros más puramente ochenteros (las canciones, los neones que iluminan la noche) y que le sirve a Walter Hill para hacer una mezcolanza de géneros: el cine de acción, el musical y el cine del Oeste que Hill tanto ama. Basta con ver el nombre de su protagonista, Cody, (el nombre del mítico «Buffalo Bill»), recién salido de «La Guerra» (¿de Secesión?). O realizar el ejercicio mental de sustituir la ciudad por el típico poblado del Oeste, a los policías por ineficaces sheriffs, a los malvados moteros por jinetes o a los bares por «saloons» con sus bailarinas y cantantes. «Calles de Fuego» cuenta con un comienzo explosivo rodado con energía, con Ellen Aim (la bella Diane Lane) en pleno concierto rodado como si del videoclip ochnetero más lujoso se tratase y siendo secuestrada por Rave Shaddock (Willem Dafoe ya demostrando ser experto en tipos turbios en su primer papel en Hollywood) y sus secuaces. El anterior novio de Ellen Aim, Tom Cody (Michael Paré en el principio y fin de su carrera, condenada a series «B» varias) entrará en acción pagado por el novio y manager de la cantante (Rick Moranis), yendo hacia el rescate con la ayuda de la dura McCoy (Amy Madigan).

Si Hill se propuso hacer la película de adolescentes definitiva, quizás no lo consiguió en lo que a taquilla se refiere, pero sí consiguió una cinta de justo culto en líneas generales: hay acción, tiros, explosiones y peleas épicas a martillazos para los que quieran acción, besos apasionados bajo la lluvia para quienes busquen amor, coches, héroes y heroínas de una pieza, un diseño de producción para admirar y que acaba siendo otro de los protagonistas de la película y excelente música atronadora y operística (característica de las producciones de Jim Steinman) en el principio y epílogo, música «rockabilly» y «blues» de perfecto acompañamiento para Cody y clásicos de los 80 a cargo de Dan Hartman y The Fixx. Pero lo que acaba uniendo todos esos elementos es la dirección de un Walter Hill que, pese a estar influenciado por los videoclips de la época (ésta película, junto con «Purple Rain», son dos ejemplos de libro para enseñar la estética de la MTV en los 80), acaba dando un aliento clásico a la acción, sea a base de clásicas cortinillas que actúan como transición entre escenas o dirigiendo peleas a hostia limpia a la vieja usanza. Hill acabó logrando el western definitivo para los adolescentes de los 80. No es poco.

«Máxima Condena» (Maximum Conviction, Keoni Waxman, 2012)

maximum convictionQue Steven Seagal se ha convertido en una factoría de realizar películas directas al mercado del DVD como si de una fábrica de chorizos se tratase es algo evidente si echamos un vistazo a su filmografía más reciente. Si bien la mayoría de esas producciones son bodrios inenarrables dignos de figurar en antologías de la comedia moderna, también hay que decir en favor del chulesco aikidoka que en los últimos tiempos ha realizado un pequeño esfuerzo y ya no interviene en comedias involuntarias. De lo peor que se podría acusar a sus producciones más recientes como El Protector, Un Hombre Peligroso o la serie Justicia Extrema es de ser insípidas, estar realizadas con el piloto automático y caer en el aburrimiento. Pero al menos no proporcionan sonrojo como artefactos del «calibre» de Venganza Ciega o Equipo de Ataque. Por eso no esperaba gran cosa cuando me dispuse a ver el pasado jueves vía La Sexta Máxima Condena, su última película. En ella, Seagal accede a compartir protagonismo con dos nombres familiares del cine de acción de ambiciones limitadas: el ex-luchador de Pressing Catch y estrella de películas directas a DVD Steve Austin y el habitual en subproductos varios Michael Paré, lejanos ya sus tiempos prometedores a principios de los años 80 con El Experimento Filadelfia y Calles de Fuego.

maximum2Los tres astros protagonizan una historia que es el enésimo reciclaje de Jungla de Cristal y el gran éxito de Seagal Alerta Máxima: grupo de villanos que entran en un recinto cerrado y héroe que debe acabar con ellos uno por uno. En este caso tenemos a Seagal y Austin como «dúo dinámico» dedicado a proteger a dos presas misteriosas y enfrentados a Paré y sus esbirros. Pero más que una película de Steven Seagal, más bien parece el show de Austin, pues es el luchador el que tiene a su cargo las mejores escenas de tiros y lucha y quien más tiempo tiene en pantalla en una cinta de excesiva corrección donde las peleas están filmadas cámara en mano y montadas en líneas generales de manera patosa. El gran mal del cine de acción de nuestros días. Los mejores momentos corren a cargo de un Paré que conserva buen físico y carisma y quien disfruta cortando dedos al estilo yakuza en un agradecido momento «gore» para obtener la información que necesita. Un Paré que merecía mejor suerte en el cine pero que por conformismo y quizás falta de amor propio anda perdido en bodrios mil.

En cuanto a Seagal, no faltan los inevitables dobles de cuerpo que intentan disimular muy mal la ausencia del actor en sus diálogos con Steve Austin. El aikidoka tiene a su cargo un enfrentamiento con un preso negro pasado de kilos al que da la inevitable paliza y que amenaza con «darle por el culo» cuando se reencuentren. Cosa que no sucederá. También se ocupará en Paré en el enfrentamiento final donde no será necesario decir quién será vencedor y quién acabará hecho picadillo literalmente. Pese a los inconvenientes antes descritos y que la pareja Seagal-Austin tiene chispas de química que no son aprovechados todo lo que se debiera, Máxima Condena acaba siendo una cinta pasable sobre todo si se tienen bajas expectativas a la hora de enfrentarse a su visionado. Poco más que añadir, salvo una frase de Steve Austin cuando sujeta una caldera en plena ebullición: «¡Se mueve más que el vibrador de mi mujer!»